lunes, 3 de mayo de 2010

EN BLANCO Y NEGRO

Lo sabíamos ambos,
por eso era superfluo repetirlo
-también eso sabíamos-,
aunque a veces la noche se encarnizara en darnos
las palabras más bellas, por si acaso crecían.
Esas veces que faltaba un mal minuto
para que hubiese chispas rodando por el suelo,
y había que apartar los ojos, y amarrarse
los lazos casi sueltos de la triste cordura.

Porque también sabíamos que era cosa de locos,
desvarío extremado (aunque, sí, delicioso)
y que era necesario extirparlo de golpe,
o sacarle los ojos, o cortarle las manos,
para que no saliese a la luz y mostrase
su inocencia perfecta,
que no iba a entender nadie.

-Josefa Parra-
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